sábado, 17 de enero de 2009

Felicidad

La sonrisa del presentador es cada vez más agresiva como el sonido de la sintonía estridente y artificial que se prolonga unos cuantos minutos. Una sonata insustancial que se introduce en el cerebro como la marcha nupcial en la cabeza del eterno soltero que acude a las bodas de sus amigos, parecida a un martilleo, a una obsesión cotidiana, haciéndole sentir el protagonista de una tragedia moderna. Los gritos de una señora de una pequeña localidad de Murcia, devastada por la corrupción urbanística, anuncian que acaba de ganar 500.000 euros.

-¿Cómo te sientes, Asunción?
-¡¡AAAAAAAAAAAAAAG!!!

Los familiares, alrededor de ella, agradecen al presentador que intenta, por todos los medios y coletillas posibles, camuflar la retahíla de palabrotas que emanan de la señora de Murcia, ahora multimillonaria. Incluso la sonrisa del presentador se agranda un poco más, quizá unos centímetros, aunque parezcaa imposible. Sus dientes blancos anuncian el final del concurso que llega provocando una sensación de satisfacción colectiva a la audiencia y un sentimiento de tristeza a la señora de Pontedeume, La Coruña, que acaba de perder una buena suma de dinero que iba a invertir en la entrada a una hipoteca de un piso en Benidorm.